Por Wendy Arellano

Como matchmaker (orquestadora de peleas) de Combate Global, siento debilidad por los perfiles construidos con perseverancia y pundonor.

Esas dos palabras son señas de identidad de Carlos Briseño.

Oriundo de la capital mexicana, Briseño representará a nuestro país en la COPA COMBATE, que el próximo 12 de diciembre reunirá a ocho pesos pesados de la categoría de los gallos (135 libras) provenientes de ocho naciones.

Un duro recorrido, que incluyó pulir su físico y sus habilidades en tres divisiones (siempre bajando de peso, siempre con la disciplina y el deseo de sobresalir como banderas), hace de él uno de los contendientes más peligrosos del torneo.

Combatiente de un deporte que tiene a la sumisión como uno de sus pilares, Carlos nunca se ha rendido. Su trayectoria es ejemplar en más de un sentido.

Img 6285

Lo conocí en 2011, en un gimnasio de la colonia Roma de la Ciudad de México.

En esos tiempos, pelear dentro de una jaula era una cosa rara, un escenario para insanos y temerarios.

Las artes marciales mixtas (MMA) eran sumamente incomprendidas, muchos ni siquiera las consideraban una disciplina deportiva.

En el mejor de los casos eran vistas como un estilo de pelea alejado de la ortodoxia.

Aquel año, Briseño participó en el torneo Sick (Sumisión en Combate de Jaula, por sus siglas en inglés), en ese entonces la justa amateur más importante de este deporte en territorio mexicano.

El llamado Sick de MMA (literalmente Locos de las Artes Marciales Mixtas) inició como una competición donde exponentes de diferentes estilos de combate se enfrentaban para probar cual era el mejor.

Cintas negras de jiujitsu enfrentaban a expertos en sambo, judokas batallaban con karatecas, luchadores combatían contra peleadores de kickboxing.

Las primeras camadas de“enfermos” (sick tiene acepciones que pueden traducirse como “enfermo” o “loco”) de las MMA encontraron en esa jaula una oportunidad para ser reconocidos como atletas legítimos.

Fue la primera competición amateur que incluyó reglas unificadas, para México y Latinoamérica, con el fin de brindar garantías de seguridad a los peleadores.

Img 6282

A falta de carteleras oficiales, incluso legales, muchos combatientes batallaban en la clandestinidad del ValeTodo (un espectáculo sin reglas donde no se usaban guantes ni había protecciones de ningún tipo y cualquier golpe era válido, hasta los bajos).

Aquella cita en la colonia Roma era la única esperanza de dar un salto de calidad en el furioso camino del octágono.

Ojeadores de las MMA acudían al Sick para observar a quienes (con voluntad, esfuerzo y algo suerte) exhibían lo mejor de sí mismos con miras a convertirse en el futuro de este deporte.

Para ser justos, la mayoría de los que entraron a la jaula sólo consiguieron construir cimientos que aprovecharon aquellos que venían detrás.

Cabe mencionar que si del lado masculino escaseaban las oportunidades, para las peleadoras eran prácticamente inexistentes.

Su servidora formaba parte de la reducida presencia femenina dentro del circuito amateur. Éramos tan pocas que no se precisaban los dedos de ambas manos para contarnos y nuestra inclusión en las carteleras era bastante esporádica.

Guardo el grato recuerdo de un combate de Briseño en la categoría de las 170 libras.

En los instantes previos a las hostilidades, Carlos solía saltar sobre las puntas de sus pies, de un extremo a otro de la jaula, antes de encararse con su contrincante.

Nada más iniciar el round, se lanzó al ataque. Su oponente busco la distancia, soltó algunos golpes para marcarla; sin embargo, los puños del capitalino, tan rápidos como potentes, lo mandaron a la lona sin mayor problema.

El referí envió a Briseño a su esquina y comenzó el conteo de protección.

Caído, mas no vencido, el rival jaló aire por la boca, se apoyó sobre su rodilla, logró incorporarse. La pelea continuó y el público se prendió.

Entre los gritos de ánimo que respaldaban a uno u otro, podía escucharse el “ahu, ahu, ahu” proferido por los asiduos al gimnasio, un grupo de sobra conocido dentro de la esfera MMA, tanto amateur como profesional, en México: los Bonebreakers.

Briseño y su oponente no se guardaron nada.

Intercambiaron catorrazos como si no hubiera mañana, desde todos los ángulos, sin dar ni pedir cuartel.

Era como si la efervescencia de los espectadores alimentara los motores de los beligerantes.

Colisionaban de frente, sin parpadear. El derroche de coraje anuló cualquier viso de técnica.

De aquel encontronazo entre fajadores, Briseño salió con el brazo en alto.

Como tantos otros, era un amateur que apuntaba a lo más alto. Sin embargo, predecir que llegaría lejos

era poco más que un comentario tan amable como irreal.

¿Quién iba a saber que poseía una voluntad de acero?

Hoy, tengo la ocasión de compartir, sin faltar a la verdad, que Carlos fue un referente importante dentro

de mi carrera amateur.

Años después, ya como profesionales, compartimos cartelera.

Aquella vez, dejé el hexágono sin sospechar que, a unas cuantas peleas de distancia, aguardaba por mí

la lesión que me obligó a tirar la toalla.

Carlos se acerco a mí.

– Gran pelea – dijo al tiempo que extendía su puño en señal de respeto.

Debo reconocer que las felicitaciones de mis colegas eran muy apreciadas por mí en esos tiempos porque en el camino de los amarres y las palizas, la cortesía es escasa y el reconocimiento, uno que se da de igual a igual, de peleador a peleador, es algo que se gana.

Estamos a unos días de que Briseño represente a México en el torneo más importante de su carrera.

Si alguien nos hubiera dicho una década atrás que además de contribuir a consolidar, desde el amateurismo, la presencia de un deporte para enfermos en nuestro país, un día íbamos a coincidir en un escenario global, yo no lo hubiera creído. Pienso que Carlos, sí.

Sus señas de identidad, la perseverancia, el pundonor, la voluntad, hacen de él un modelo a seguir.

Ahora, nuestros caminos han vuelto a coincidir.

Él sigue en la refriega, yo ya me he retirado.

Como integrante de Combate Global, y como entusiasta promotora de las MMA, podré atestiguar otro hito en su carrera.

Sea cual sea el resultado del próximo 12 de diciembre, ya disfruto con el éxito de un compañero de aquellos inicios complicados, de un colega con el que compartí cartelera en alguna ocasión.

El salto de la jaula amateur de un deporte infravalorado hasta la arena mundial de las bolsas millonarias es un destino reservado para unos pocos.

En retrospectiva, resulta sencillo identificar la principal razón de su éxito: Carlos Briseño decidió

permanecer, contra viento, marea y fregadazos, en el camino del campeón.